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La comunicación: Entre la histeria y la estrategia - No. 2


En el aro de las conferencias matutinas, el Presidente López Obrador ha vuelto a ser el protagonista de un drama que parece recurrente: Las preguntas incisivas y el baile de respuestas evasivas.

Esta vez, la periodista Reyna Haydee Ramírez, con tres décadas de andar en el periodismo, se convirtió en el aguijón que perturbó la tranquilidad presidencial. ¿Su delito? Cuestionar. Y cuestionar parece ser el peor de los pecados en estos escenarios oficiales.

La función inició con un impactante primer acto. La pregunta, directa como un golpe, resonó en el recinto: ¿Dónde está el Estado, señor Presidente? Una interrogante que no buscaba el aplauso fácil ni la retórica vacía, sino una respuesta concreta ante la ola de autodefensas en Texcaltitlán, Estado de México.

La respuesta del mandatario fue una coreografía ya conocida: "Antes era peor". Pero Ramírez no se contentó con el truco barato de desviar la atención. ¿Y qué pasa con Michoacán? ¿Y Guerrero? ¿Y Sonora? Preguntas que resonaron como eco en las paredes del recinto presidencial.

Las respuestas, como si fueran el resultado de un ensayo incoherente, consistieron en un concierto de asentimientos y una tímida aceptación de la realidad que se desdibuja tras la cortina del "antes era peor". Una letanía que no convence ni a los más devotos seguidores.

La falla en la comunicación gubernamental no radica únicamente en las preguntas desafiantes, sino en la incapacidad de ofrecer respuestas sólidas y coherentes. El tejido discursivo del Ejecutivo parece ser una manta raída que no logra cubrir las grietas de una realidad que desborda la retórica política.

En este juego de luces y sombras, la danza de las evasivas se convierte en el centro de un espectáculo que, lejos de convencer, deja al descubierto las contradicciones y debilidades de una gestión que flaquea en su diálogo con la ciudadanía.

El reto no está en eludir las preguntas incómodas, sino en enfrentarlas con respuestas claras y acciones contundentes. La transparencia y coherencia en la comunicación gubernamental no son lujos, son pilares fundamentales en la construcción de la confianza y la legitimidad.


En este capítulo de la conferencia matutina, las palabras se esfumaron en un laberinto de justificaciones que no logran ocultar una verdad incómoda: la necesidad urgente de una comunicación gubernamental consistente y honesta. Mientras tanto, la función continúa, y con ella, la danza de las respuestas inconsistentes.

Ojo, esta columna no está enfocada en convertirse en un "ataque", sino en resaltar la necesidad de un plan de comunicación consistente, claro y conciso, que no apueste por la evasión, sino por la comunicación veraz y con hechos, lo cual, daría a la 4T, solidez donde más flaquea, la comunicación gubernamental.

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