Innovador o creativo no son sinónimos… sin embargo, conforman una ecuación perfecta y fundamental para alcanzar la cima del éxito.
A pesar de sus diferencias en cuanto a concepto, la creatividad y la
innovación en la práctica van de la mano, lo que nos lleva a percibirlas como un mismo fenómeno difícil de diferenciar.
Para llegar a entender el concepto de que una idea creativa e innovadora realmente funciona y podría llevarnos al éxito, y aplicar las prácticas necesarias para conseguirlo, debemos entender ambas definiciones por separado:
La
creatividad, también definida como imaginación constructiva o pensamiento original, no es más que la pura generación o asociación de ideas que producen como resultado una solución/es original. La innovación, por su parte, viene a ser definida según la RAE como la fase en la que un producto, idea o concepto se modifica y se introduce en un mercado. Por ello, podemos entender que un proceso innovador implica un cambio, pero al igual que en la vida misma, no necesariamente para mejor.
Según esta breve aclaración, entendemos que el concepto de creación o creatividad queda anclado al mundo abstracto y conceptual de las ideas, mientras que la innovación viene a formar parte de mundo terrenal, es decir, forma parte de la fase concreta y práctica del proceso.
Comprendido así, podríamos visualizar ambos conceptos en una línea continua en la que el proceso creativo toma un papel protagonista en las primeras etapas (aquellos que toman este papel son los llamados “creativos” o “creadores”) y la innovación se hace presente cuando en una segunda fase el resultado de la creatividad pasa a ser implementado mediante la práctica (siendo los responsables los llamados “innovadores”).
Este aspecto es el que precisamente tanto valoran las empresas de su capital humano, ya que no se puede generar de manera industrial, sino que un individuo tiene que generar y desarrollar ideas creativas de manera abstracta, requiriendo una tarea de búsqueda y mantenimiento nada sencilla.
Es tal el afán por descubrir la fórmula mágica de la exclusividad y diferenciación, que muchas son las estrategias que se llevan a cabo dentro de las organizaciones.
En los dos extremos tenemos aquellas que buscan alentar a sus trabajadores mediante la aportación de altas dosis de motivación y ensayos de prueba y error, con el objetivo de sacar el mayor provecho de la creatividad innata en sus trabajadores, y aquellas que se mantienen en una posición conservadora bajo normas de control perfeccionistas que (bajo mi punto de vista) podrían incluso llegar a frenar el flujo de creación de ideas a cambio de agarrarse a aquellas líneas de actuación seguras que se han venido aplicando en años anteriores.
La alta cotización que se le ha dado a la creación de ideas en el
mundo empresarial, así como lo abstracto de su concepto, es lo que nos puede llevar a la mayoría de nosotros a pensar que “crear” es cosa de genios, y a limitar nuestra capacidad de desarrollar todo nuestro potencial.
Que no nos sintamos atrapados en este tipo de creencias, hay que invertir tiempo y esfuerzo para llegar a tener una buena idea y poder materializarla en una innovación, sí, pero ¿de qué sirve tener la predisposición a desarrollar procesos o negocios innovadores si nos saltamos el primer paso del proceso?
Una vez desarrollada la idea, es cuando podemos llevarla a la práctica y obtener resultados innovadores de éxito. Aplicando la creatividad al marketing y a la promoción a través de un anuncio o vídeo marketing relacionado con temas de atractivo social, haremos de nuestra campaña publicitaria una innovación con éxito garantizado.
0 Comentarios